sábado, abril 26, 2008

Del discurso de Gelman sobre Foucault

Cervantes se instala en un supuesto pasado de nobleza e
hidalguía para criticar las injusticias de su época, que son las mismas
de hoy: la pobreza, la opresión, la corrupción arriba y la impotencia
abajo, la imposibilidad de mejorar los tiempos de penuria que Hölderlin
nombró. Se burla de ese intento de cambio y se burla de esa burla
porque sabe que jamás será posible terminar con la utopía, recortar la
capacidad de sueño y de deseo de los seres humanos. Cervantes inventó
la primera novela moderna, que contiene y es madre de todas las
novedades posteriores, de Kafka a Joyce. Y cuando en pleno siglo XX
Michel Foucault encuentra en Raymond Roussel las características de la
novela moderna, éstas: "el espacio, el vacío, la muerte, la
transgresión, la distancia, el delirio, el doble, la locura, el
simulacro, la fractura del sujeto", uno se pregunta ¿qué? ¿No existe
todo eso, y más, en la escritura de Cervantes?
Su modernidad no se limita a un singular universo
literario. La más humana es un espejo en el que podemos aún mirarnos
sin deformaciones en este siglo XXI. Dice Don Quijote: "Bien hayan
aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de
aquestos endemoniados instrumentos de la artillería a cuyo inventor
tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su
diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde
brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por
dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los
valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá
huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar la
maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y la
vida de quien la merecía gozar luengos siglos"