Quizá la opinión del escéptico Lem pueda estar en esta parábola de sus Fábulas de robots:
“–¿Qué puedo decirte? –contestó el anciano–. Cuanto te he dicho no procede de la ciencia, pues ésta no se ocupa de esos aspectos de la existencia de los que cabe reírse. La ciencia explica el mundo, pero sólo el arte puede conciliarse con él. ¿Qué sabemos realmente acerca del surgimiento del cosmos? Es posible llenar un vacío tan extremo de toda suerte de leyendas y mitos. Al recurrir a la mitología solamente deseaba llegar a los límites de lo inverosímil, y me parece que a ello me aproximé. Tú también lo sabes y lo que deseas preguntarme es si el cosmos es realmente ridículo. Pero a esa pregunta, cada cual ha de responder por sí mismo.”